miércoles, 14 de abril de 2010
La fuerza del destino (Primera parte)
La travesía de los cuatromiles en el Macizo del Mont Blanc siempre fue una actividad que me había llamado la atención. Nos habíamos nutrido de muchas aventuras ocurridas en este macizo, quería descubrirlo por cuenta propia, quería experimentar que se siente a esas alturas. La motivación fluía a raudales y fue la misma la que nos hizo coger el coche, cargarlo de comida, ropa y material de montaña y dirigirnos a estos lugares, no sin antes pasar por los Ecrins para aclimatarnos. La llegada a Chamonix fue a escondidas, todo nos impresionaba, tenía miedo a que este sitio nos quedara grande.
Toda persona que veía en la calle me parecía que medía más de dos metros y no veían el suelo por el pecho tan grande que les salía. Nos escondíamos en cada esquina pensando que hacer y dónde.
Huímos a Argentiere. Era un pueblo más pequeño, no había tanta gente y de allí también podríamos subir al glaciar de Argentiere para seguir haciendo montaña. O no era eso para lo que habíamos venido?.
Glaciar de Argentiere, cumbre de Aiguille de Argentiere. Bellísimo!!. Muy, pero que muy guapo. No me arrepiento nada de haber estado allí.
Total, bajamos y de nuevo a Chamonix. Ya no nos impresionaba tanto. Ya habíamos degustado lo suficiente la montaña francesa para que por lo menos, pudiéramos creer en nuestras capacidades y poder realizar la travesía de los cuatromiles, nuestro objetivo. Subida a la Aiguille du Midi. Que alto está!!. Y encima rodeados de japoneses. Pensar en la situación...
Cuando nos preguntaron si éramos alpinistas o turistas para mandarnos al bar de la aguja o a la arista para llegar al Glaciar Blanco, de mi boca salió "alpinist" y empecé a pensar que lógicamente éramos alpinistas...
Continuará.
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Bien, bien... vuelve Rober!!!!
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