miércoles, 31 de marzo de 2010

"Sureste clásica" Midi d´Ossau

Otro relato de hace tiempo. Esta vez es una historia verídica, ocurrida en Pirineos. Es de hace unos años. No tiene desperdicio. Aún habiédolo pasado un poco mal, no lo cambio por nada del mundo. Es una anécdota que hay que pasar por ella para aprender muchas cosas (por lo menos yo creo que he aprendido, otra cosa es que lo aplique, somos bastante burros).

Y por fin estábamos subiendo el Portalet, en una tarde lo suficientemente despejada como para poder ver el Midi con cierta claridad. Había estado ya en estos rincones pero una vista como ésta no la había tenido nunca, así que nos bajamos del coche para poder sacarle una fotos.

Pronto nos pusimos a organizar el material y a llenar la mochila para los dos o tres días pensados que íbamos a estar en el refugio de Pombie. Nuestra intención era subir por la cara norte del Midi, su cara más accesible, y saber en que condiciones se encontraba para que en un segundo día realizar una escalada por su cara sureste y descender por su cara norte. Lo que no sabíamos muy bien era lo que nos podría esperar después de haber realizado la escalada, puesto que todas las vías de la cara sureste a pesar de que son vías largas, no llegan a cumbre y todavía quedaría bastante para acceder a ella.

Nuestra vía pensada era la “Sureste Clásica”, un legendario recorrido abierto por los hermanos Ravier, allá por los cincuenta, buscando las debilidades de la pared sin dejar por ello de ser de las vías más estéticas del Midi. Una vía larga, que me ofreció las más variada de las escaladas que tuve hasta el momento, en ella se combinan desplomes, diedros, chimeneas, fisuras y las placas más variadas en una fascinante armonía que pone en juego todos los músculos y capacidades motrices del cuerpo. Un recorrido impresionante y lógico que ofrece ciertas dosis de incertidumbre con la consecuente capacidad de decisión.

La mañana se descubrió estable y despejada aunque anunciaban mal tiempo para ese día. El buen tiempo nos dio la confianza de querer realizar nuestro objetivo, quizás el exceso de ésta misma sustentada en un buen amanecer y nuestro buen estado de forma hizo que optáramos por la escalada de la “Sureste Clásica” sin haber subido por su cara norte. Estábamos tan cerca de la pared que fuimos débiles a nuestros impulsos escaladores.

Reorganizamos el material y nos lanzamos a la base de la pared al tiempo que las condiciones meteorológicas iban empeorando. En mis ojos solo estaba la vía, con su silueta y sus caprichosas curvas.

Una vez llegado a la base y viendo que el tiempo iba empeorando, a votación decidimos ir escalando con la posibilidad de bajarnos cuando lo viéramos oportuno. Se divisaban a lo lejos tormentas que de un momento a otro se nos podían echar encima.

Dicho y hecho, emprendimos la escalada poco a poco, adaptándonos a esta roca tan extraña y a la vez tan elegante. Una roca volcánica, parecida al granito con su superficie pintada con líquenes de color verdoso que hacia desconfiar de su adherencia, pero bajo su apariencia nos mostraba una roca sólida y de buenos agarres. Una escalada que en todo momento nos hacía esgrimir la cabeza par superar cada paso de la forma más eficaz posible. Apoyos de pies, de rodillas, de culo, de barriga, de codos, etc..., movimientos insospechados que hacían de la escalada un baile acrobático al son de las directrices del Gran Pic.

Buscábamos las debilidades de la pared, buscábamos las grietas y fisuras, los sitios más apropiados para ir asegurándonos y poder ir progresando hasta el momento en que nos íbamos olvidando del suelo y nuestro mundo era el mundo de la vertical. Nuestro sitio estaba allí, me sentía cómodo, arropado, protegido y mi concentración era tal que no fui consciente de las gotas de lluvia que me cayeron en un largo y de las horas que iban pasando disimuladamente. Para mi el tiempo se había parado, solo estábamos nosotros y la pared, que nos iba ofreciendo sus encantos, sus sorpresas, sus regalos. En cada largo me enseñaba una cosa nueva, queríamos escalar más y más. Estaba aprendiendo.

El día estaba con nosotros, las tormentas iban pasando a nuestro lado desviando su rumbo de forma respetuosa, sin tocarnos o dejándonos débiles gotas de agua para hacernos conscientes de sus presencias.

Los minutos iban pasando y la claridad del día iba disminuyendo. Ya no importaba tanto la vía, seguíamos subiendo grietas y fisuras que salía a nuestro paso como si estuviéramos hipnotizados queriendo progresar más y más hasta el punto que el terreno ya había perdido sus dificultades y nos presentaba sus formas más suaves. Pero estaba anocheciendo. Llegamos a chimeneas que ya no hacía falta asegurarse y nuestra decisión fue la de ir rapelando desviándonos hacia el norte creyendo que sería un terreno menos vertical. La noche se iba haciendo cada vez más obvia y la temperatura iba disminuyendo, el cansancio se iba apoderando de nosotros y los rápeles cada vez eran más inseguros. La incertidumbre y el miedo estaban más que presentes.

Después de haber realizado cuatro rápeles muy lentos, ya que teníamos que buscar a oscuras los sitios más apropiados para poder asegurar el descuelgue, decidimos quedarnos a dormir en una repisa inclinada anclados a la pared. Una gran noche acogedora dominada por el insomnio y el frío, digna de recordar para toda la vida. En mis pensamientos el único “sueño” que tenía era ver aparecer los primeros rayos del sol. La espera fue eterna...

A las seis de la mañana ya veíamos aparecer el sol por detrás del Pico Palas y nuestros músculos mermados iban cogiendo tono. Las pocas fuerzas que tenía se iban agotando ya antes de realizar el primer rápel recogiendo las cuerdas que parecía que pesaban toneladas. Poco a poco el suelo parecía que quedaba más cerca y en el último rápel casi nos peleamos por evitar quedarnos el último en bajar.

Una experiencia compartida con Damián y Javi y pienso que es la mejor para aprender dos cosas fundamentales. Cuánto valen dos chocolatinas, pero para la próxima vez espero llevar más comida y más abrigo para meterme en una pared como ésta. La segunda es que nunca hay que subestimar una vía, preparar muy bien su escalada y su descenso.

martes, 30 de marzo de 2010

"Palabras Reales"

Bueno, aquí va una reflexión, de hace ya bastante, para comerse un poco la cabeza. Es un escrito que acabo de pescar de mis archivos y ya que estoy pasando un momento un poco agónico debido a una oposición, pues que menos que poner algo descarnado, un poco oscuro y que dependiendo de cómo se enfoque puede decir mucho, ahí va...

Se llama "Palabras Reales":

Las cosas vuelven del fin al principio, y es inútil comprender porque todo revierte en un ciclo que se mantiene vivo e infinito.
Todo a pesar de las quejas en el camino, todo a pesar de los baches y las circunstancias inusuales que ya están escritas.
De paseos vividos se hace el camino y de pensamientos al azar nacen nuevos destinos.
Todo esfuerzo lleva a un juego, que en su desarrollo se llega a la esencia de la vida que no deja de ser otra cosa que un medio estancado sin llegar a un objetivo.
La vida en si misma es la esencia de las cosas. La comprensión es banal, que a duras penas se puede descifrar. En eso consiste el juego. La partida está servida, se juega con apuestas que se creen importantes pero que siguen siendo juegos de la infancia, absurdos pero que divierten. No te dejas la vida en ellos. Nunca te la dejas. Son juegos flexibles y controlables. Sin riesgo alguno. Se puede jugar y las discusiones son internas en un entramado eterno. El riesgo, el mismo riesgo lo tienes que buscar jugando a perder voluntariamente.
Se intenta perder, se busca un fin que te lleve a lo desconocido, a una novedad por la que vivir. Pero eso es imposible. Los límites están marcados y en eso se basan las reglas, esas reglas establecidas.
Quiero buscar adentro, pero no logro alcanzar el fin. No logro alcanzar ese sueño tan real que no puedo definir. Lo tengo tan cerca y a la vez tan poco palpable. Difuso. Pero aun así se lucha por él. Por qué. Por qué se lucha por algo que no se conoce...
Quizás estemos muy lejos de conocer las realidad, quizás estemos en el camino equivocado. Inocentes de nosotros. Con un “sin más”, nos veremos, aunque no sepamos donde. Espero que se haya disfrutado de la vida.

jueves, 18 de marzo de 2010

Retrospección

Pues pongo aquí un relato personal, de hace más o menos dos años. Este relato fue hecho para formar parte del libretín que todos los años se hace en el Grupo de Montaña del Texu. Es una historia, por llamarlo de alguna forma, bibliográfica sentimental, que para mi dice mucho. Ahí va!!


RETROSPECCIÓN

- ¡Tengo las manos congeladas y no las siento, papá!- Era un niño de aquella y recuerdo aquellas caminatas que nos hacíamos muy de vez en cuando que no dejaban de ser sendas o rutas cerca de casa. Caminos que atravesaban valles, laderas y montañas enclaustradas por otras más grandes que te impedían ver más allá. Algunas veces en bici y otras caminando tranquilamente. Pero de aquella, las preocupaciones que tenía eran dos: las manos, a las que no les llegaba la sangre y la otra era cuánto faltaba para llegar al final de la ruta, a nuestro objetivo del día; el cual imaginaba como un fin apoteósico; unas praderas encantadas o un alto del que pudiera ver el fin del mundo. La nieve me encantaba y todo lo que vestía de blanco multiplicaba por cien su belleza. Los recuerdos que tengo son buenos aunque se entremezclen con sensaciones agrias debidas a un síndrome, que más bien fue y es debido a una mala circulación sanguínea y a un factor psicológico hipocondríaco. Qué gran nostalgia tengo, me abruma...



Creo que fueron los cambios adolescentes hacia un pensamiento abstracto (aunque no mucho) los que me llevaron a cambiar mis preocupaciones y a cambiar los objetivos, convertidos ya en ambiciones. Nuestras montañas, nuestros valles secretos, nuestra Cordillera Cantábrica... nuestra Cordillera.



El hormigueo se convertía en una ansiedad por conocer las montañas, el nivel de ansiedad iba en aumento hasta descubrir los secretos que me ocultaba esta cordillera nuestra. Quería aprender, quería saber, quería descubrir. Conocer toda nuestra geografía, toda nuestra cordillera y sobre todo conocer todas las técnicas para poder progresar y poder sentir estas montañas. Mi impaciencia me llevó a tener muchos conocimientos desordenados y pecaba de inexperiencia. Quizás no absorbía de forma correcta todos los estímulos que me ofrecían nuestros viajes...



Ahora solo sé que la experiencia te la dá el tiempo y diferentes fases de la vida en las que el alma tiene una tranquilidad plena para poder percibir la mayor parte de los estímulos posibles y poder tener un buen procesamiento de la información. Espero que no tarde en llegarme alguna de estas fases...

Fue en esta cordillera donde aprendí todo lo que sé. Es ésta misma la que me proporciona el abanico tan grande de posibilidades de entretenimiento y en todas las estaciones del año: desde grandes canales de nieve en el macizo del Mampodre pasando por las paredes de la cara sur del Torres e incluso el descenso de barrancos en las cuencas altas de ríos tan importantes como el Nalón, el Pajares o el San Isidro, que vierte sus aguas al río Ayer. Tenemos también la zona de Riaño, donde los picos parecen encantados y emergen del agua para imponerse en este paisaje tan alpino. O caminar por las altas lomas desde la zona de Vegarada hasta los Estorbinos, laderas inigualables con encantos especiales, recovecos escondidos y multitud de animales para agradar la vista sin ser molestados.



La Cordillera y sus montañas van cambiando en su forma en función del ángulo de vista que se tenga pero siempre manteniendo un orden lógico representado por las particularidades de cada una de ellas. Todas tienen sus tintes personales que les hacen brillar con luz propia. Todas, no solo tienen cuatro caras sino que tienen infinitas y encima puedo elegir el camino que yo quiera. Puedo elegir mi ascenso o descenso, ¡cómo me encanta! Puedo elegir la dificultad acorde con mis capacidades, espero que nunca me equivoque. Puedo elegir el camino sin molestar a nadie.

Quisiera hablar con las montañas, quisiera saber comprenderlas y respetarlas, quisiera que me enseñen todos sus trucos y ser amigo de ellas. ¿Qué les podría aportar yo...?



De nuestras montañas se forman nuestros valles, nuestras lagunas, nuestros ríos y nuestros campos y desde lo alto de ellas mismas nos dejan ver “todo esto” con cierta claridad. A veces pienso que tienen vida propia y se mueven o quizás el sentido de la vista me engañe, sus líneas van cambiando, no hay angulaciones rectas... nunca llegaré a conocerlas perfectamente aunque mi búsqueda infatigable, sedienta de descubrimientos que incluso no sabría descifrar, sea eterna...


miércoles, 3 de marzo de 2010

Cambio de aires imaginarios

No habrá un día en el que pueda decidir sin preocupaciones que poder hacer a corto y a largo plazo.
Mi cuerpo siempre está atado a vínculos que deciden mi presente y mi futuro. Quizás sea mi forma de ser, quizás sea mi forma de pensar. Posiblemente sea eso lo que marca el destino. Si no es por una cosa es por otra. Así, tan simple. Por qué tenemos que pensar tanto? Por qué tenemos que asegurar nuestro futuro? y por qué nos tenemos que sujetar a tantos forjados... Puto dinero y forma de vida. Estoy pensando que parece que soy una rata enjaulada. Ahora comprendo a "The Smashing Pumpkins". En fin, son cosas de mi estancia en casa. Voy a ver un video en el que me sentía libre, o no. Pero si estaba sujeto a las montañas...


Por cierto os pongo el video de "Rat in a cage" The Smashing pumpkins