lunes, 14 de junio de 2010

La fuerza del destino (Cuarta parte)



Pretendo que esta parte sea la última de esta serie. No quisiera enrollarme más de la cuenta, bien porque ya os estoy dando el turre bien porque ya supongo que os estéis cansando. Solo remarcar que el que escribe, estaba acabado y su intención era bajar a Chamonix y coger el camino a sus tierras. Estaba cansado.
Una vez llegados al Glaciar Blanco, al punto del cual partimos, estuvimos decidiendo nuestro "destino". Mi idea era sencilla, pa bajo! Las duras condiciones me habían hecho ver que estábamos en "tierras hostiles" y que posiblemente no era tan fuerte como creía ser. Solo quería zamparme cuatro pollos y cuatro jarras de cerveza con limón, eso para comer y para cenar un costillar de cerdo y cuatro botellas de vino, a ser posible medianamente bueno. Y es que encima, en Chamonix estaba la cosa muy cara, quería teletransportarme a España y comerlo todo. En fin...
Mi compañera y novia, fuerte donde las haya, que en aquellos momentos creía verla de descendencia esquimal, me dio un fuerte apoyo y me convenció para intentar el Mont Blanc al día siguiente. Todavía es el día que se lo agradezco. Mucho.

Encontramos un chalet muy cerca del refugio de Cosmiques. En la misma arista perfilada en la que se encuentra este refugio. Apenas tenía cuatro metros cuadrados pero disponía de dos literas que utilizamos para descansar unas pocas horas, compartidas con otros dos jóvenes escaladores. Nuestros diálogos con ellos eran variados y fluidos, eran franceses y no teníamos ni puñetera idea de francés, pero descansar descansamos lo suficiente como para volver a levantarnos a las dos de la mañana y emprender rumbo hacia arriba, ¡hacia la cumbre!.
El ascenso estuvo lleno de vivencias, de sensaciones nuevas, de alguna espera nocturna en el paso obligado al collado del Maudit. De alguna leve discusión con algún guía, dueño y señor del camino. Mucha sensación de frío, mucho frío. Y al final de nuestro ascenso, muchísima emoción. La cumbre. La cúspide del viaje. Momentos que recordaré para toda la vida, grabados con una sola foto puesto que la cámara se congeló en aquel preciso o precioso momento; quizás por los nervios de estar captando una de las escenas más importantes que marcarán nuestra historia. Nuestra vida. La cumbre del MONT BLANC.

El descenso, por Goutert.

Gracias a todos los que aguantaron esta serie.
Travesía de los Cuatromiles. Macizo del Mont Blanc