Unos viajes por trabajo a los Picos me hace ver y refrescar la consideración de que hoy en día, la montaña, mucho más de lo debido, se practica de forma apresurada e incluso buscando un rendimiento o unas, digamos "marcas". La palabra "marcas" es muy polisemántica, jjjj.
Dichos viajes me hacen evadirme a un pasado, hace unos 35 años, más o menos al año 89, antes del 2000 claro. Ahí me salta el recuerdo de mi primera ruta al Cares, y de las pocas en mi vida, porque caminar de forma entera de Poncebos a Caín y vuelta o al revés, solo lo hice esa vez en la vida. Incluso había salido con mis padres y mi hermana de Caín y llegando casi a las Colladinas o los Collaos, dimos la vuelta.
Recuerdo que el día era lluvioso y nublado. Todavía tengo el recuerdo incómodo de llevar unos playeros de la "marca" J´Haiber, resbalaban muchísimo por aquel camino. Pero más incomodidad me producía el ver a la mayoría de los montañeros que realizaban la ruta con unas botas de montaña y vestimenta propia para dicha actividad. Nosotros teníamos más un carácter, digamos, de "senderistas". Recuerdo que me abrumaba la vergüenza, va en serio. Era un niño muy vergonzoso, quién lo diría...
El "azar" se presentó en mi vida, no sé si sería la primera vez, pero la embestida frontal propiciada sacudió la caja de mis pensamientos. De regreso a Caín, fuimos testigos de la caída de un montañero fotografiando a su familia. Su cuerpo se encontraba a muchos metros por debajo del camino. Había quedado en un pequeño nicho. Estaba inmóvil en un terreno prácticamente vertical entre roca y hierba. Mi padre no se lo pensó. Con aquel calzado inadecuado incluso para la ruta del Cares se lanzó con otros dos montañeros para acceder al precipitado que yacía inconsciente y en una posición totalmente anómala. Recuerdo que para acceder a él, tardaron mucho tiempo y pasaron serias dificultades. Me daban ganas de llorar viendo a mi padre bajando por aquellos terrenos. De vez en cuando miraba mis J´Haiber. De mi familia ya no me avergonzaba tanto por llevar el calzado que llevábamos. Pero no era el apropiado.
Cuando llegaron al precipitado, mis recuerdos me hacen ver a mi padre dando un grito diciendo: -¡Está vivo!-. Fueron muchos los suspiros, los gritos de alivio, incluso aplausos que me hicieron descubrir que eran muchísimas las personas que se habían congregado en el lugar. Más tarde, para mi mucho tiempo, llegaron dos personas con traje verde militar con unos palos enormes, y se plantaron en el sitio donde se encontraba el malherido casi de forma inmediata. Supuse que eran medio cabras y que su trabajo era ese, una especie de rescatadores profesionales. Entre todos cogieron al pobre hombre y lo fueron subiendo poco a poco, para mi fue una eternidad. Sufría por mi padre y a la vez, creo que me enorgullecía de que fuera mi padre. Nunca había visto una persona tan malherida. La sangre era abundante, la cabeza deformada tenía una brecha profunda.. Era un politraumatizado en toda regla y estaba muy grave.
Cuando llegaron al camino hubo aplausos y ya hubo más voluntarios para llevar al herido encamillado hasta Caín. Cuando lleguemos al coche ya era de noche.
Unos meses más tarde, mi padre recibió una carta. Era de aquel hombre rescatado. La carta era de agradecimiento. Llevaba meses recuperándose y todavía le quedaba una larga rehabilitación.
La palabra "marcas" tiene varios significados. Procuraré no dejarme llevar por esas marcas que hacen que perdamos nuestra propia percepción de la vida y de su disfrute.
Teniendo mucha suerte y gracias a un "azar" medio acordado por nuestra genética, quizás las otras "marcas" que tenemos en nuestra propia piel nos hacen ver una vida más sencilla