Siguiendo unos instintivos deseos de descubrir lo desconocido nos adentramos en terrenos cenagosos, que incluso sabiendo ciertamente el buen camino, generan las incertidumbres más temblorosas. La autoconfianza más firme, en un momento concreto , puede llegar a desmoronarse. El afán de superación se despierta de forma nerviosa, encontrando nuevos axiomas y sustentando en ellos el nuevo conocimiento. La flexibilidad ejerce su brazo pulido en varias batallas, la tolerancia hace comprender nuevas perspectivas para ahuyentar los ataques no deseados.
Paciencia, la madre de todos los saberes, deja preveer el otorgamiento del silencio, dejando libre camino al azar, como elemento fundamental para el entendimiento.
Pero todo este alarde de figuras metafóricas es un simple producto de una lesión. Una lesión que impide el desenvolvimiento. Una lesión que impide el deseo carnal del alma. Es decir, la pu..., la pura expresión de uno mismo.
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