martes, 22 de febrero de 2011
COGNE
Cogne es un pequeño pueblo situado en el noroeste de Italia, cercano a la frontera francesa, en el mismo corazón de los Alpes. Nace en el valle de Aosta prolongándose hacia el sur.
Desde el mismo pueblo se abren dos valles, uno Valnontey, otro Lillaz. Dos valles para practicar esquí de fondo, caminatas y espectaculares cascadas de hielo a los pies del "Gran Paradise", un cautromil completamente italiano.
A las 6 de la mañana suena el despertador, somos cinco en casa y la gente se levanta demasiado rápido. parece que todos están acostumbrados a levantarse a esas horas tan inhabituales. Hay una inquietud. Hay unas ganas tremendas de disfrutar el día.
El desayuno entra bien, la mañana parece que nos va a deleitar con un sol espléndido, sin ninguna nube. Toda la semana de buen tiempo. Las temperaturas son suaves, unos pocos grados por debajo de cero. Todas las condiciones son favorecedoras para practicar lo que queremos...
Cogemos el coche, nos dirigimos a Valnontey o a Lillaz, nos dirigimos a la cascada que fue sujeto de nuestros sueños.
En el camino se reflexiona, se habla, se pasa lista mentalmente de todos los detalles que pueden hacer una escalada perfecta. Al mismo tiempo, me quedo como un tonto mirando el paisaje. Pienso que son muchas las cosas buenas que me están pasando, pienso en lo agraciados que somos para poder vivir estos momentos, pienso si el merecimiento es justificable, no asimilo estas situaciones tan acogedoras y reconfortantes.
Algún día se escala con sol, hace calor y aún así hay buenas condiciones de hielo. Se está a gusto escalando. Se está cómodo.
Algún día se escala con el Macizo del Mont Blanc como telón de fondo, me hace recordar los momentos vividos por aquella travesía. Estoy como en casa. Es un sitio familiar.
Algún día me doy la vuelta y observo un gran glaciar, toneladas y toneladas de hielo colgado. El glaciar del "Paradise" me hace recordar mis aventuras por estos mundos helados.
Algún día, siento el cansancio...
Algún día.
Somos afortunados, no lo dudo.
También hubo visitas.
A Cervinia, con su guardían en las alturas. Hasta le pedí permiso en voz baja, con respeto, como amigo, para que algún día me deje ver su cumbre, para que compartiera conmigo sus vistas, para que compartiera conmigo las sensaciones de su ascenso. De momento me ha enseñado su cara más agradable, espero que siga así.
A Courmayeur, a los pies del Monte Bianco, a los pies del señor de los Alpes, metido en su sombra. Un pueblo entre alturas. Un impacto en contrastes visuales.
A Chamonix, lugar conocido, siempre con un turismo tan vivo, con todas sus puertas abiertas, anima a quedarse para siempre. La luz tenue de una puesta de sol, cubriendo de color rojizo el gran macizo, es un motivo suficiente para ser buen hogar del montañero.
Como siempre, sin una buena compañía los momentos no sería buenos, las percepciones no serían las mismas.
El jamón ibérico y el picadillo de casa, exquisito. Gracias a Kiko, Esteban y Ricardo por compartir su comida. Fue una buena velada.
Nuestra casera, Anne. Brillante. Un trato sin igual. Una casa confortable. Una madre.
La pura expresión de la gratitud. Gracias.
Fotos: Damián
Tu lo dices chaval. Todo un lujo poder disfrutar de lo que te llena. ¿Merecido?. Sin duda,no todo va ser currar.
ResponderEliminarBonito y filosófico.
Joer, cómo os lo montáis, no??... empezáis el añu fuerte, en los Alpes... qué envidia!!
ResponderEliminarBuen tiempu, buena compañía, exelentes paisajes... así son los Alpes.
¿Que si te lo mereces?... eso y mucho más, Rober. Un abrazu.
Buuuuu
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