Se observa detenidamente desde abajo, analizando cada secuencia de movimientos. Se hace de forma lenta, pensando si serás capaz de plasmar lo que se quiere hacer. Escalar.
Desde el principio hay que apretar, lo que pasa es que no se está acostumbrado, el cuerpo vaguea y no quiere sufrir pero si se pasa la primera sensación de descansar, la motivación sube para darte un poco más de fuerza. La necesaria para llegar por lo menos al primer reposo sin colgar. Los antebrazos duelen, la sensación de coger las presas suele ser de que te vas a caer en cualquier momento, son todas incómodas. Con lo bien que estaba cogiendo cazos y mira ahora dónde me encuentro. Estoy sufriendo y quiero acostumbrarme a esta sensación. Se pasa la chapa y empiezo a sentir lo que creo que es el miedo a hacerme daño. Es lo que bloquea el cuepo y hace que los movimientos sean menos fluidos, más agarrotados. Se derrocha fuerza. Con lo bien que estaba danzando por estos lugares sin este miedo...La verdad es que mirándolo desde fuera parece mucho más fácil. Debo automatizar los movimientos. Debo entrenar para confiar más en las propias fuerzas, pienso. Pero quizás no sea esa la limitación. Quién sabe... tengo que entrenar, aunque para la cabeza no creo que haya remedio...
Volveré otro día y repetiré la misma vía, que suele siempre o casi siempre salir más facil. Por lo menos la confianza de conocerla hace que resulte más fácil. Esta es la forma de hacerse con este tipo de vías, pienso yo. No puedo ver, llegar y vencer. Eso ocurre pocas veces en la vida y sobre todo no ocurrirá en estos momentos. La motivación fluctúa de una forma desordenada y extrema haciendo de mi rendimiento un caos controlado solo en pocas ocasiones. Dicen que el tiempo lo cura todo, deduzco que el tiempo es sabio, quizás es sabio dejar pasar el tiempo. Paciencia, hijo, paciencia.
Uff Rober, tal parece que la cosa pinta de reflexión ¿he?. Bien, todo tiene solución: sin motivación no hay progresión.
ResponderEliminarUn saludo.